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Cantar para activar la lluvia. La poesía resistente de Antonio Revert

José María García Linares

 

 

 

Si para el fascismo el deporte era una pieza básica con la que asentar y consolidar las bases del estado totalitario, para el capitalismo neoliberal, tan terriblemente democrático, ha resultado ser, en concreto el fútbol (Villalobos Salas, 2020), una herramienta perfecta para levantar eso que Byung-Chul Han (2018) llama la sociedad del rendimiento. Una nomenclatura tan recurrente hoy como ‘trabajo en equipo’, ‘compromiso’, ‘competitividad’, ‘crecimiento’ forman parte del discurso tanto empresarial como futbolístico y ha calado en profundidad en el imaginario colectivo, incapaz ya de distinguir límites y diferencias. Conceptos que empapan también la literatura pedagógica y que han convertido a las escuelas en fábricas de mano de obra barata, arrinconado el conocimiento en beneficio de eso que llaman las competencias-clave (competencias para qué y clave para quién). La obsesión contemporánea por el deporte es otra de las materializaciones del neoliberalismo posmoderno, capaz de adueñarse no solo de los sueños de los individuos, sino también de sus propios cuerpos, máquinas ahora que deben estar siempre en forma, es decir, rindiendo debidamente.  

 

No descubrimos, desde luego, nada nuevo, pero sí que nos parece necesario recordarlo a la luz de un título como El gol de Iniesta y otros éxitos radiofónicos, este nuevo libro de Antonio Revert Lázaro (Granada, 1974). Cómo no rememorar aquel mundial de 2010 y el «Iniesta de mi vida» de José Antonio Camacho, y cómo olvidarnos de esa vida (qué cosas) que acababa de sufrir uno de los mayores varapalos económicos con los recortes a los sectores públicos que había llevado a cabo el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. La crisis económica de 2008 se llevaba casi todo por delante: sueños, esperanzas y trabajo. En una España desangrada, el gol de Andrés Iniesta se convirtió en un clavo ardiendo para la resistencia y, más que nada, para la anestesia de todo un país que se agarró a una bandera, al «a por ellos» y a los chistes de Pepe Reina. De las ruinas de un Estado que de bienestar tenía bien poco se construyó un nacionalismo casposo de botellín y cacahuetes que se impuso en las tertulias, en los bares y en los chiringuitos de las playas y que ha durado años porque no había nada más de lo que presumir. Iniesta es nuestro Cid campeador contemporáneo, capaz de llevar a la victoria a un país muerto, asaeteado por la misma Alemania a la que derrotó Carles Puyol con su gol de cabeza. Épica y fútbol, por tanto, para construir una imagen de país decadente que sigue todavía gozando de muy buena salud.

 

Este nuevo libro de Antonio Revert profundiza en las líneas temáticas que dejara apuntadas en publicaciones anteriores como Diego contra la oscuridad (Factoría del arte, 2014), Mobiliario básico (Ediciones En Huida, 2018) y Rutina de volar (Ediciones En Huida, 2019), pero, sobre todo, supone la consolidación de un posicionamiento ético absolutamente integrado en la llamada poesía de la conciencia crítica, una corriente estética en la que tienen cabida, como señala Alberto García-Teresa, las poéticas conflictocéntricas, es decir, aquellas que sitúan el conflicto que atraviesa la actual coyuntura histórica en el centro y eje (implícita y explícitamente) de la creación poética, manifestándolo de una manera crítica. Esta interiorización lírica del conflicto coagula en toda una serie de prácticas poéticas y estéticas que se yerguen frente a la omnipresencia del discurso (también poético) dominante y logran abrir nuevos espacios para la disidencia, la experimentación y la creación de un pensamiento y una palabra poética distintos.  

 

Cinco son las partes que componen este nuevo libro: Parte 1 – RADIO CLÁSICA: «DE CUANDO LEÍ A ECKHART TOLLE» (17 poemas), Parte 2 – RADIO 3: «OBJETOS PERDIDOS» (16 poemas), Parte 3 – «LOS CUARENTA PRINCIPALES: ENSALADA TIBIA DE CENTRISMO SOBRE LECHO DE CLASE OBRERA (INTERMEZZO ALLA BREVE)» (4 poemas), Parte 4 – «RADIO OCHENTA: NIÑOS Y NIÑAS, SEÑORAS Y SEÑORES» (17 poemas) y Parte 5 – «INSULARIDADES: TRES FOLÍAS ÚLTIMAS DE LA RADIO LOCAL (BONUS TRACK)» (3 poemas).

 

La primera parte gira en torno a la oposición ruido (distorsión) / comunicación. Las distintas representaciones plantean la dificultad contemporánea de discernir entre lo accesorio y lo relevante. Los ruidos de la vida diaria condicionan a un sujeto alienado y perdido en el discurso impuesto por los medios de comunicación, como leemos en el poema «T.V.»: «Apretando un botón de madera / se clonan millones de mentes. // Los campos siguen vacíos». Es el «Ruido. Ruido. Ruido. Ruido. Ruido. / Ruido. Ruido. Ruido. Ruido. Ruido» que aleja a los individuos, cada vez más solos, en la sociedades posmodernas, por eso en «PÓSIT DE TU YO» la voz poética dice «Necesito hablar contigo. // Escúchame. // No habrá paz para ti / mientras te alejes». El lector podrá comprobar cómo los textos están llenos de campanas mudas («Campanas mudas, / ciervos desangrándose»), incapaces de comunicar, y de aves surcando el viento (golondrinas, cormoranes) también como materializaciones de lo inmóvil y de lo vivo. Se produce, pues, un desplazamiento muy interesante desde esa misma oposición que señalábamos hace un momento y que ahora se configura como vida en la ciudad / vida en el campo, como si el éxodo a las ciudades hubiera supuesto no solo la pérdida de una vida tranquila, sino la de una forma de comunicarnos y entendernos: «Todo esto sucede cada día, / impunemente, / desde que el ser humano / se fue a vivir a la ciudad» o «Ya nadie escucha el clamor diario, / todo lo llena el estruendo / de los tedios ciudadanos, enlazados, / gavilla efímera de vacíos». Los olores de la colada en las azoteas de los viejos pueblos chocan con el del cemento en la gran ciudad. El viento del campo sanea lo que los patios interiores aturden con sus muros asfixiantes: «El viento interpreta con sábanas / canciones de cuna y valses». Y es este aire desenfadado el que culmina esta primera parte del libro: «Derribar muros, / cantar. / Todo vibra. / El roce del aire / es el badajo del tiempo». Lo aéreo es fundamental para comprender todo este viaje. Es esa ascensión ética de la que hablaba Bachelard, porque es desde la región aérea desde donde es posible la canción (exhalación), la libertad y la alegría. Es el lugar de la elevación, del vuelo libre de las aves, el canal por el que se transmite un mensaje verdadero, hasta tal punto que, ahora sí, las campanas ya no están enmudecidas. 

 

La segunda sección, «RADIO 3: OBJETOS PERDIDOS», comienza con un texto fundamental que va a orientarnos en la lectura de estos 16 poemas. «Si te queda tiempo / después / de trabajar / dormir / obedecer/ parlotear / codiciar / ansiar / envidiar / criticar / anticipar / recordar / juzgar / almacenar / comprar, / si te queda tiempo: / enciende la luz. / Aunque te duela nacer. / Enciende la luz». Las sociedades neoliberales o tardocapitalistas ya no son formaciones sociales disciplinarias, sino de rendimiento, como sostiene Byung-Chul Han. Ya no se trata de obedecer al otro por temor, represión o miedo, sino de, voluntariamente, producir y autoproducirse, es decir, ser empresario de uno mismo. La coerción externa de otro tiempo es ahora reemplazada por la autocoerción, que se hace pasar por libertad. La sociedad del rendimiento es, por tanto, una sociedad de la autoexplotación. La competitividad se convierte en valor supremo y el ciudadano en productor y consumidor, incluso de sí mismo, como podemos ver en el poema «SÁBADOS»: «Por eso –y por más cosas– / un centro comercial en sábado / es el último rescoldo / de todo lo que éramos: / caricatura de las alas perdidas, / mueca silenciosa de sepelio. / Macabro rito de aceptación. // El lunes te espera ya con su sonrisa». Competir y rendir, además, deshumanizan y separan a los individuos, como leemos en «CALLES VACÍAS (CANTO OBRERO PARA UN FINAL DE CAPÍTULO)»: «Yo acuso / tú acusas / él acusa / nosotros acusamos / vosotros acusáis / ellos se descojonan».

 

Lo que articula en conjunto toda esta segunda parte es una crítica al llamado fascismo de baja intensidad, caracterizado, como señala Méndez Rubio (2017: 52-53), por la desaparición del espacio público, la neutralización de la información como propaganda y publicidad (cuando no mero entretenimiento), la invisibilización del otro y la producción de pobreza a gran escala, elementos todos que sostienen un orden social auto-concebido como régimen incontestable, como imperativo de control, angustia y violencia normalizada. Así, los medios de comunicación al servicio del poder se convierten en herramienta necesaria para el control y manejo de las masas, como leemos en «DONALD TRUMP Y TÚ ANTE EL ESPEJO»: «EEUU: una inmigrante latina / votando por Trump / a favor de deportar / a once millones de inmigrantes. // ESPAÑA: un trabajador en paro, / dice "somos culpables de la crisis". / "Hemos vivido por encima / de nuestras posibilidades", apostilla. // El lobo se frota las manos. // Es de noche». Vemos, incluso, cómo se evidencia ese «despotismo comunicativo» del que habla Perniola (2017: 37), esto es, cómo esa fascinación tecnológica por los nuevos dispositivos de comunicación puede estar convirtiéndose en un mecanismo autoritario de ensimismamiento inercial, como en el poema «SOLUCIÓN HABITACIONAL»: «Abre la escotilla de tu casa: / que entre el agua / y podáis miraros a los ojos / mientras se hunde todo lo que sois. // Levanta los brazos: / con el móvil agarrado / manotea buscando cobertura. / Podría entrar, sí, / podría llegar / justo ahora / el último mensaje de whatsapp». La producción de la pobreza a gran escala se convierte en el eje de dos textos tan significativos como «EL GOL DE INIESTA» y «LOS ABDOMINALES DE CRISTIANO RONALDO». El fútbol como instrumento de distracción, el pan y circo posmodernos, pero también la estética narcisista del sexo y la belleza del cuerpo, un corpore sano desvinculado de la mens sana, arrinconada y casi olvidada. 

 

La tercera parte, «LOS CUARENTA PRINCIPALES: ENSALADA TIBIA DE CENTRISMO SOBRE LECHO DE CLASE OBRERA (INTERMEZZO ALLA BREVE)» es, más que una declaración de intenciones (que también), una poética en toda regla. Aun siendo más breve que las anteriores secciones, es, a la vez, decisiva. El posicionamiento ideológico del poeta es fundamental para cualquier quehacer poético, puesto que hablar de poesía no es únicamente hablar de un texto poético, sino también especificar desde dónde se escribe dicho texto y si persigue o no crear o ampliar espacios de libertad tanto para el escritor como para los lectores. Los poemas señalan y escogen y ese señalamiento, como ha repetido tantas veces Enrique Falcón, presupone una elección, un ponerse a un lado que no es sino un gesto absolutamente político. Como señala García-Teresa (2017), siempre se dice y se escribe para algo y, sobre todo, desde un lugar. La poesía antagonista, contestataria, inconformista con el sistema se escribe desde abajo, desde el conflicto y la lucha de clases, para así dejar testimonio, generar revelaciones y reconstruir vínculos entre los individuos. Solo así será capaz de desarrollar empatía y memoria, y dejar constancia de otra manera de estar en el mundo. Por tanto, posicionarse contra la tibieza será imprescindible para la labor vital y poética de Antonio Revert, que escribe en «DE LA POESÍA Y EL COMPROMISO (CUENTO)» versos como los que siguen, tan decisivos, tan contundentes: «Porque no hay poeta inocente / ni marquesinas a tu alcance / cuando empuñas un bolígrafo. // Por eso conviene que te preguntes / sobre qué campos caen tus versos; / qué terreno estás regando con tu tinta. // Escribir poemas es activar la lluvia / y no llevar nunca paraguas». 

 

En «RADIO OCHENTA: NIÑOS Y NIÑAS, SEÑORAS Y SEÑORES», la cuarta parte, Revert despliega una dura crítica contra la razón neoliberal a partir del cuestionamiento del sistema educativo, como había apuntado ya en libros anteriores. La gran victoria del capitalismo reside en su consideración de normalidad por parte de la gente, es decir, una gran mayoría de individuos ve como «normal» y «natural» el modo de vida capitalista. Para que ello haya sido posible, la imposición de esta visión del mundo tiene que llevarse a cabo desde las edades más tempranas: «Hoy, tiernos gladiadores de patio, / precaristas en potencia, / aprendiendo a pelear con el de al lado; / mañana, trabajadores arrojados / al tatami del libre mercado. // Codazo. Codazo. Codazo. / Mientras pugnan, bueyes ciegos, / por un sábado libre al mes, / no se preguntan jamás / quién les robó las redes, / transformando en adversaria / a su querida compañera de clase». La escuela es hoy una fábrica de analfabetos funcionales y de mano de obra barata en donde el saber ha sido sustituido por el hacer, que es precisamente lo que lleva pidiendo desde hace muchos años la OCDE. Evidentemente, no es raro que el colectivo empresarial manifieste el perfil que desea (personal poco cualificado y entrenado en habilidades básicas, capaz de adaptarse a un mercado diverso y, sobre todo, movible). Lo realmente escandaloso es que tanto la sociedad como el propio Estado hayan claudicado ante estas demandas y hayan dejado que sean estas y solo estas las que estén hoy en el centro del sistema educativo. Para que la precariedad laboral no provoque turbulencias sociales debe ir de la mano de la precariedad intelectual, de ahí la aversión a los contenidos y saberes por parte de las administraciones educativas. Se trata hoy de formar a consumidores precarios, no lo olvidemos, no a ciudadanos capacitados para comprender el mundo que los rodea. Nos faltaría, sin embargo, un último elemento de esta tríada perversa, esa especie de grasa «sostenible» e indispensable para que todo el mecanismo funcione sin disensiones ni rebeldías: la educación emocional. Educar en la sumisión, en la aceptación, en la felicidad, en la resiliencia, etc., no es otra cosa que la desactivación desde la más tierna infancia del pensamiento crítico y de la capacidad de contestación ante lo injusto. La voz poética así lo dice en el poema «TABLAS DE MULTIPLICAR»: «Mi hijo repite / el mantra sistémico, / como letanía de sumisión / que se disfraza sin aviso / de dicha de centro comercial. // Dos por tres, seis. / Dos por cuatro, ocho. // Mientras él va cantando, / yo voy borrando de su cuello / las huellas tenues / de sus primeros yugos». Porque el objetivo de una escuela debería ser siempre la formación integral del individuo dirigida, a la comprensión del mundo desde el fomento de un pensamiento libre y de unos valores democráticos. Por eso son tan representativos los poemas en donde el yo poético habla del jazz como símbolo de la libertad frente a las imposiciones, sin olvidar que, para poder improvisar y crear, siempre es necesario el conocimiento de la tradición, algo que hoy parece que hemos olvidado: «Para quien fue al conservatorio de niño / y perdió la batalla finalmente / no hay sino odio después al instrumento / o una luminosa puerta oscura / llamada "Jazz". // Una noche la empujé a escondidas; / logré entrar. / Y me bastó la visión de los músicos / (…) Pensé que aquello debía de ser / lo que los mayores llamaban "sexo" o en "MÁS JAZZ", «Canto impredecible, jazz, / luz última, / fogata sobre el cemento de mi calle. // Mariposas sobre los pupitres. / Un lunes con los colegios cerrados». 

 

Y llegamos al final con «INSULARIDADES: TRES FOLÍAS ÚLTIMAS DE LA RADIO LOCAL (BONUS TRACK)», la quinta parte de El gol de Iniesta…, compuesta por tres poemas escritos en distintas localizaciones de las Islas Canarias, una de las Comunidades Autónomas en las que más se deja notar el desastre ecológico de la especulación, el zarpazo del turismo y la precariedad laboral. El texto «EL SUR» lee de la siguiente manera: «Se llega al sur por autopista, / a toda velocidad / para que no duela. // (…) Lenguas extrañas / lagos de cemento / funerales de árboles; / en el sur, todo esto, cada día. / Y al final, migas / de precariedad en las mesas / de las cafeterías». Tres poemas que funcionan como ajustado colofón a un discurso comprometido de un poeta posicionado frente a las trampas y los cantos de sirena de este capitalismo tardío que arrasa nuestro día a día y, sobre todo, el de nuestros hijos. Es esa condición póstuma de la que habla Marina Garcés (2017), es decir, lo sabemos todo pero no podemos nada porque ya no somos dueños de nuestras condiciones de vida, en manos de multinacionales, élites y poderes tan ubilocados que es imposible visualizar debidamente. «No hay hogar que mitigue / semejante desconsuelo. / Tanta carne cruda sin arraigo. / Ni siquiera el grito del sol / aplaca la sobredosis de intemperie».

 

Queda entonces cantar, alzar la voz para derribar los muros. Cantar y resistir o resistir para cantar. Tendrá que ser el lector el que lo decida. 

 

 

 

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Bibliografía:

 

GARCÍA-TERESA, A. (2013). Poesía de la conciencia crítica (1987-2011). Madrid: Tierradenadie Ediciones.

____ (2017). El verso por asalto. Poesía, desobediencia y construcción antagonista. Madrid: Tierradenadie Ediciones. 

GARCÉS, M. (2017). Nueva ilustración radical. Barcelona: Anagrama. 

HAN, B. CH. (2018). La sociedad del cansancio. Barcelona: Herder.

MASSÓ AGUADÉ, X. (2021). El fin de la educación. La escuela que dejó de ser. Madrid: Akal. 

MÉNDEZ RUBIO, A. (2017). ¡Suban a bordo! Introducción al fascismo de baja intensidad. Madrid: Grupo 5.

PERNIOLA, M. (2006). Contra la comunicación. Buenos Aires: Amorrortu. 

QUEROL, J. M. (2015). Postfascismos. El lado oscuro de la democracia. Madrid: Díaz & Pons. 

VILLALOBOS SALAS, C. (2020). Fútbol y fascismo. Madrid: Altamarea. 

 

 

 


José María García Linares

 

José María García Linares (Melilla, 1977) es poeta, ensayista y crítico literario. Es autor de los poemarios Oposiciones a desencuentro, Neverland, Muros, Novela Negra, Palabra iluminada, Entonces empezó en viento y Cántico. Ha realizado varias ediciones sobre la poesía de Cayrasco de Figueroa, así como diversos estudios de poesía contemporánea. Ejerce semanalmente la crítica literaria en el diario granadino Ideal.