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Este cosmos de raíces

Beatriz Morales Fernández

 

 

 

La literatura canaria contemporánea en estos últimos años se presenta fascinante: una constante heterogeneidad y una diversidad temática y formal nos adentran en una multitud de discursos que en la poesía alcanzan la plenitud íntima de nuevas identidades, es decir, nuevas formas de ver, sentir y explicar el mundo. Con Este cosmos de raíces podemos explorar esta carta de presentación poética del contexto insular, obra que sale de las manos del escritor Pablo Sergio Alemán Falcón, poeta galardonado con el Premio Pedro García Cabrera 2020.

 

Para presentar el poemario, primero tenemos que imaginar la vida como un bosque inmenso, lleno de tallos, lluvia, barro, árboles fang y con un horizonte azul inmenso, donde se refugia el océano. Cerremos los ojos, imaginémoslo, y ahora, una vez metaforizamos el camino desde el nacimiento hasta el fallecimiento como un bosque frondoso o una selva indomable, podremos adentrarnos en este cosmos poético.

 

Una obra que está dividida en secciones, como si de pausas para detenernos y respirar se tratasen, unas pausas que no separan, sino que unen y permiten la evolución de una constante temática: la vida surgiendo, envejeciendo y sintiéndose entre la espesura de las hojas de la selva.

 

Desde la primera cita de la obra, de Fernando Nguema, autor que ha inspirado y vertebrado este poemario, este cosmos, cito: «Miro así y digo: este es el título de la obra, por la forma que tiene», se nos introduce la estructura y comienza el origen de unos versos que van formando su propio hábitat, su universo ausente de padre y necesitado de Madre, una palabra necesaria y elemental de los diálogos que establece el poeta con la tierra, con la ausencia, con la soledad, con el agua.

 

«Este cosmos de raíces», «Crujiente cepa al sol», «Tambores de la tarde», «Diálogos con Madre», «Tenue lluvia», «Serpiente en barro», «Soledad de espacio», «Océano», «Selva»… títulos de las secciones que se componen de tres, cinco, diez u once poemas donde profundizar en tu propio boscaje, hallando emociones que se esconden, esperando ser encontradas en la poesía. Al igual que Fernando Nguema se adentraba en el bosque y veía obras de arte en él, usando su mirada artística para ver en la madera un mundo inmenso que merece tener significado, Pablo Alemán se adentra en sí mismo y conversa con el origen, con el niño que mira de manera guiada gracias a esa Madre que está en todas las cosas indomadas y libres. Véase en estos versos:

 

Aprendo el recital de los cuentos

de Madre al mencionar en su mirada

la forma que poseen los árboles.

 

Constantemente se menciona el concepto origen, pero este se metamorfosea y se reinicia a sí mismo durante el poemario: el origen del niño, el origen de la madre, el origen de la historia individual y colectiva, el origen de la palabra, donde el poeta juega con el verso y nos descubre la belleza del lenguaje:

 

Procura solo darle un nombre, fija

tu historia: el boscaje en su grandeza

traerá el descubrimiento con la lluvia

de tu verbo sin arquear todavía.

 

Se hizo alusión a la palabra Madre, pero aquí también surge la palabra Naturaleza. Una relación clásica de palabras que alumbran el sentido, la plenitud y el desalojo. Una interdependencia de significado y metáfora que en Este cosmos de raíces alcanza el éxtasis, otro concepto importante donde el poeta baila, convirtiéndose en serpiente, con todos los momentos que pasamos mientras estamos vivos. Y esos bailes de instantes no

solo nos permiten comprender, madurar, mirar… también amar, por lo que este cosmos también es un profundo mensaje de amor, de homenaje, homenaje de homenajes a la madre del poeta, a la madre amante, a la madre de todos, a la madre de la tierra, a la madre de la poesía. Madre contrapuesta a Padre, quien es interrogado por el mismo abandono, el desalojo del olvido que llega al camino sin previo aviso.

 

«El éxtasis es un parto en la tierra», así nos balancea el poeta cuando llegados casi a la mitad de la obra, nos recuerda que el tiempo es efímero, tempus fugit, acaso, como tópico constante que ronda nuestra mente. Por eso, no solo bailan estos versos, que son las raíces del cuerpo y de la memoria que nos conforma como ser, sino que también cantan y protestan ante lo impuesto, lo esclavo que se vende como urgente y necesario para salvarnos de nosotros mismos. Pues, y cito a Pablo Alemán:

 

ya que el baile se lleva en el latido

–sin hachas ni grabados disonantes

que evoquen otras voces extranjeras–.

 

Estos versos nos hacen bailar toda la noche, hasta que nos quitamos los zapatos y llega el reposo infinito, esa hora maldita que nadie quiere y, aún así, nos pinta de pena: la muerte. El tránsito por el que surca nuestro viaje también despoja al camino de cualquier superficialidad, dejando la vida al descubierto, con la herida abierta y con las cicatrices que deja. Por esa razón, acude a Madre y dialoga con ella, arropando el dolor, pidiendo

su liberación y volviendo los demonios en largos descansos, tras haberlos soltado en el verso.

 

En definitiva, observamos una temática progresiva, secuencial, que evoluciona, que entabla palabras razonadas con la propia consciencia, entendiendo la amplitud conceptual que significa estar vivo. En sus palabras:

 

Comprendes

que las formas se enroscan

a ti y que la serpiente

jamás devora a los ancestros,

si acaso has sido tú

el que ha dirigido el viaje

a medida que reptabas.

 

Reptamos, nos arrastramos, nos tumbamos al sol y, como animales, perecemos sin recordar donde dejamos la primera huella. Para eso están los poetas como el autor reseñado, para rememorizar ese momento ancestral que embellece la vida.

 

En cierta ocasión recordé

que vengo del barro.

 

Acabamos, pues, con el final de la danza, con la melodía que queda cuando, tras el último suspiro, permanece en el aire, volviéndose viento, la palabra.

 

 

 


Beatriz Morales Fernández

 

Beatriz Morales Fernández (1995, Las Palmas de Gran Canaria) es doctoranda en el Doctorado en Estudios Lingüísticos y Literarios en sus Contextos Socioculturales; centra su tesis en los estudios del paisaje canario y su representación como discurso identitario en la literatura canaria. Es autora de los artículos académicos «La ciudad literaria de Alonso Quesada» y «La representación del paisaje en el teatro de Alonso Quesada» en la Revista de la Academia Canaria de la Lengua. Su obra ha sido recogida en varias antologías y ha publicado los poemarios La premisa de la inocencia (2020) y El desvelo de los sueños (2021).